miércoles, 30 de mayo de 2012

Una "historia" en el autobús del Ramiro



El Ramiro tenía varias rutas para recoger a los alumnos que vivíamos lejos. Era un servicio que se ofrecía con autobuses del Parque Móvil. Yo lo estuve utilizando desde la preparatoria (entré con 5 años), hasta 3º de bachiller, creo recordar, es decir hasta que mis padres confiaron que podía ir, por mi cuenta y sin mucho riesgo, en metro.


Como bien recuerda Manolo en las Memorias de la promoción (Ver Memorias…..), los había de dos tipos: Mercedes y en casos excepcionales los Isobloc, generalmente debido a avería en los primeros. Los Mercedes eran chatos, de color gris, con la luna delantera dividida, los asientos tapizados en gris, y por lo general siempre iban conducidos por el mismo chófer. El nuestro, (lástima no recordar su nombre), era uno bastante grueso y grandote. No puedo asegurar que sea cierto, pero en la imagen mental que de él conservo,  lleva una gorra de plato.

Nosotros, que vivíamos en Pacífico, más allá de la Basílica de Atocha, (si tenéis curiosidad por saber lo que hacíamos mientras esperábamos su llegada, pincha aquí), nos pasábamos bastante tiempo en el autobús (creo recordar que utilizábamos el número 7) pues el recorrido llegaba hasta el Puente de Vallecas. Como no siempre llevábamos profesor (o profesora) acompañante (ya que también era recogido en el camino), los chiquillos, nos acercábamos para incordiarle (al chofer) mientras conducía, y él sin enfadarse, y sin dejar de manejar el volante repelía nuestros “ataques”, con apretones, con dos dedos de su gran mano derecha, haciendo pinza a la altura de nuestra rodilla, que nos dejaban inutilizados. Siempre ganaba él.

Recuerdo una vez que cerca del Puente de Vallecas, por el que pasábamos en la “recogida” (pues a la vuelta, nos apeábamos antes), tuvimos un altercado con un turismo. No creo que llegase a haber colisión entre los dos vehículos (debió faltar poco), y lo que se inició con unos cuantos gritos a través de la ventanilla, siguió en insultos, se detuvieron los vehículos y se formó corro de espectadores. Nuestro conductor se bajó, se armó una buena pelotera con el del otro coche, y algún “espontáneo” que se puso de parte de éste, y se tras los primeros gritos y amenazas llegaron los empujones y los trompazos. Toda la chiquillería del Ramiro, tomó partido rápidamente, y asomados por las ventanillas, y olvidando anteriores apretones, animábamos a nuestro “amigo”, al que veíamos seguro ganador, pues el contrincante nos parecía bastante enjuto. El caso es que, al poco, llegó la policía y los contendientes acabaron en la comisaría, que estaba unos metros más allá. Nosotros quedamos, entre tanto, expectantes en el autobús, abandonados a nuestra “suerte” y sin saber lo que ocurriría.
No mucho tiempo después regresó nuestro (para nosotros victorioso) chófer, pero ¡hay desilusión!, llevaba el pómulo hinchado y con un moratón, que después nos dijo, había sido producido por un mordisco del espontáneo…..

Aquello se pasó pronto, y en cuanto el pómulo volvió a su color natural, ya seguíamos considerándolo el mas fuerte….

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