No
llegué nunca a saber quién era el autor de esas páginas, escritas a máquina en papel
fino, suave, tirando a amarillento; diríase que el tipo de papel ambientaba los versos de su
contenido. Pero cuando aparecieron por casa, (traídas por mi padre del
Ministerio de Agricultura, en donde era funcionario) enseguida “me las
apropié”. Su título no ha quedado de ningún modo olvidado, “Las Coprógenas, páginas turbias, por XX”.
Era
yo chiquillo, bien pasada ya la edad del caca, culo, pedo, pis, pero estaba aún
en esos momentos en los que todavía te hacen gracia los chistes marrones y por
extensión “esas cosas”. Y tras leerlas y releerlas, supongo que muchas veces, llegué incluso a
memorizar algunos de aquellos “versos ripiosos”. Como algo valioso, las guardé entre mis posesiones.
Y, tiempo después,
me acompañaron a la excursión a Roma, pensado en que a los compañeros les haría
también gracia. Por lo serios que estamos en ese balcón-terraza del Hotel
Terminus de Niza, no parece que nos divirtieran mucho…..
Luego
quedaron postergadas, encerradas en cualquier lugar, donde aún “descansan” sin
que hasta la fecha haya podido recuperarlas. No pierdo la esperanza….
Todavía
recuerdo algunos de sus versos, incompletos unos, tergiversados otros, todos del
mismo tema.
Y
aunque suponía que “mis Coprógenas” eran un documento original, fruto del
“magín” de un funcionario no demasiado ocupado, el otro día acudí a Internet, a
ver si “pillaba” algo relacionado con ellas, o encontraba algún otro
“coleccionista de las mismas”. Y a las primeras de cambio ¡gran sorpresa! me
encontré que esos versos estaban en un libro publicado a comienzos del siglo
XX, más concretamente en 1925, en una edición impresa por la Casa Editorial de
E. López de Tolosa. ¡Mi “tesoro” era una vil copia!
Seguí
husmeando a ver si “conseguía más información”, y en Amazon.co.uk localicé una
referencia que me hizo concebir esperanzas.
Allí
se indica, además de seguir mencionando a X, que su autoría está atribuida a un
tal Ramón Vinuesa…., del que no he conseguido saber nada más.
Por
último, en una página de ABC de 1972, en la que una serie de editoriales se
hacían publicidad conjunta, descubrí un anuncio de la Colección “Al buen
humor”, editada por Stvdium, y distribuida por Difusora del Libro, en la que,
con el número 6, aparece “Coprógenas, páginas
turbias, por X”, publicadas en su segunda edición, al precio de 50 pts. O el autor
seguía siendo desconocido, o no querían abonarle sus merecidos derechos….
Cuando
ya tenía estas líneas casi preparadas, bastantes de los versos malamente recordados y “todo dispuesto para su lanzamiento en el blog”, sobrevino
el afortunado hallazgo del “incunable”. Y resultó que en el interior de ese raído “sobre veneciano de las postales”,
junto con las notas de viaje y las pegatinas de los hoteles, encontré (mejor
sería escribir “me reencontré”) con una copia “de la época” de las citadas “Coprógenas”.
Debió ser la que viajó a Italia, porque, de no ser así ¿porqué estaba allí?.
Supongo
que, en aquel entonces, no quería perder “mi tesoro”, (el original, el que sigue hoy bien escondido
por alguna parte), ni siquiera deseaba verlo sometido a riesgos innecesarios en nuestro Viaje a Italia, y
por eso consideré oportuno “sacar una copia”.
Para
los que no vivieron en aquellos tiempos, (habrá algún hijo o nieto que a sabiendas, o
por casualidad, recale en estas líneas) hay que decirles que lo de las “fotocopias” es un invento
posterior. Por aquel entonces se llevaba el “ciclostil”, que se basaba
en escribir el texto con una máquina específica y sobre un papel especial, del
que, luego, pasándolo por un rodillo, a modo de imprenta rotatoria, se podían
obtener grandes cantidades de copias en papel. Eso sí, de no muy buena calidad. Por lo demás, aunque hubiese querido utilizarlo, el mencionado instrumental no estaba al alcance del personal de “a pié”
(se utilizaba, por ejemplo, para que las delegaciones de alumnos, en facultades
y escuelas, pudieran hacer “tiradas económicas” de los apuntes de clase).
Así pues, el único modo, a mi alcance, de obtener “una copia” de aquellas páginas se reducía a:
A)
emplear el procedimiento “manual”, es decir hacer lo mismo que desde tiempos
inmemoriales venían haciendo los monjes para obtener los preciosos “beatos”
(para lo que, evidentemente, no me sentía dotado),
B)
empezar a practicar en casa con la vieja máquina de escribir e intentar sacar
algo que fuera legible sin necesidad de andar haciendo interpretaciones o
traducciones posteriores del texto. Era lo más asequible y como veréis, ¡no salió mal del
todo!. Tiene algunos errores, bastantes fallos, muchas correcciones (algunas a
mano, realizadas a posteriori), un montón de letras “empastadas” por la tinta
del carrete de la máquina, pero aún así… ¡se puede leer!.
El
hallazgo de esas páginas mecanografiadas, venía acompañado de unas pocas cuartillas escritas “a mano” (también en verso) en las
que aparece claramente el título de “la obra” y los primeros poemas
(que no se encuentran en la copia a máquina). Puede que se perdiese la página inicial, o también es posible, que, tras haber empezado con la opción A, el resultado no fue satisfactorio (es evidente que no), y continué con la opción B.
Como
podéis comprobar, esta primera parte del texto manuscrito es casi tan ilegible como el “incunable”;
por tanto, a continuación, incluyo en primer lugar su trascripción (son unos pocos versos;
con los que comenzaba la obra), para a continuación incorporar
las copias escaneadas de las páginas mecanografiadas.
LAS COPRÓGENAS
(páginas turbias) por XX.
A su esposa reprende
Don Torcuato
porque rompió
la pobrecita un plato.
Y olvida ese censor intransigente
de la torpeza ajena,
que él mismo, la semana antecedente,
estrelló, por descuido, una docena
Qué bien dijo Platón: ¡Todos tenemos
pelitos en el culo, y no los vemos!
- o -
Solazábase Rufo, una mañana,
ante unas rosas de encendida grana.
Mas sintió un apretón..., ¡y entre esas rosas
tuvo que echar al aire entrambas posas!
¡Y, ay, esas flores de color de fuego
quedaron del color del ojo ciego!
Sin duda aquí se inspira
aquel antiguo adagio tan profundo:
Las cosas de este mundo
son del color del ojo que las mira.
- o -
Lamentábase el pobre Don Servando,
porque cagaba blando.
Y a los diablos se daba Don Arturo,
porque cagaba duro.
En el mundo, ¡oh lector!, es cosa fuerte!,
ninguno está contento con su suerte.
- o -
A Don Félix Trombón, que es una fiera,
le rompió la criada una sopera.
Y Trombón, con el ímpetu de un mulo,
le dio un tremendo puntapié en el culo.
Mas la criada, entre el dolor y el miedo,
en la misma cara le soltó un pedo.
A veces, al que más se envalentona,
le sale la criada respondona.
(Con esta NOSTALGIA - poema aromático-, termina mi copia mecanografiada) |
Si
alguno quiere beber directamente de las fuentes del libro de 1925, o leer el anunciado prólogo y lo que viene tras los versos de las coprógenas propiamente dichas (algo que
no contenía “mi original”), os adjunto una dirección donde podréis hacerlo:
Allí
he comprobado que me falta este “poema” (cuya imagen impunemente os
traslado)
....aunque, en compensación, mi copia mecanografiada contiene, a modo de cierre el Poema
aromático NOSTALGIA, que no he encontrado en el libro….. y os aseguro ¡que no
es de mi cosecha!
Hola Paco. ¡Qué alegría haber visto lo que escribes en tu blog porque precisamente en mi casa tenemos una copiaa a la tuya, con el mismo tipo de papel y mecanografía que trajo mi abuelo y mi madre guarda desde entonces.
ResponderEliminarProbablemente con Las coprógenas (las que conserváis vosotros, y la que trajo mi padre del ministerio) ocurriese como con el "reenvío" de e-mails actual, que se iban sucesivamente copiando y entregando a otros.... Solo que ahora resulta ¡mucho más fácil!
ResponderEliminarHe aquí auna hija que recuerda estás piezas cantadas por su padre... Gracias!
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