La
cosa tiene su pequeña “historia”.
Mi
compañero de juegos en los tiempos libres y vecino “pared por pared”, desde
1957, no iba al Ramiro. A pesar de eso éramos amigos. Tenía hermanos mayores y
hasta una hermana casada con un escritor. No era escritor a tiempo completo,
(es decir no era un “liberado” por la escritura), sino que escribía para aportar
a su casa un sobre-sueldo. Y lo que escribía, y le publicaban, eran novelas.
Novelas de tiros (es decir del oeste) y de misterio, de esas que aparecían en
ediciones baratas de bolsillo, con título sugerente, como podrían haber sido,
por ejemplo: Los cuatreros de Dallas,
o El crimen de la tinaja volcada. Y
como este tipo de novelas necesariamente tenía que ser de un autor
“extranjero”, el editor se las publicaba bajo dos o tres seudónimos (Herman Tellgon, creo recordar era uno de
ellos).
Pues
bien, mi amigo y vecino, que ya apuntaba su fuerte inclinación por las letras,
al ver que eso de la escritura era “productivo”, se inventó un argumento
sencillo (similar por otra parte a los de casi todas las novelas del oeste, con
sus tipos duros, buenos y malos, muchos “duelos al sol” y “peleas en el
saloon”) y lo desarrolló, escrito a mano, en un montón de folios. Una vez
completado, se lo presentó a su cuñado, para que, con su influencia, lo llevase
a la editorial, pensando, inocentemente, que de ahí a la opulencia económica,
solo había un paso….
La
primera decepción fue cuando el paciente cuñado, al ver esa carpeta repleta de
páginas escritas a mano, le dijo que estaba muy bien, pero que los originales
había que presentarlos en la editorial, escritos a máquina, a dos espacios, con
numeración correlativa, y con copia. Y tenía que ser un número de folios
comprendido entre el mínimo y el máximo establecidos.
Esto,
lejos de desmoralizar a mi amigo y vecino, le motivó aún más al ver próxima la
ansiada recompensa monetaria (que le proporcionaría liquidez para algún tiempo),
y “requisando” la máquina portátil de su padre, acometió la ardua tarea de
pasar a máquina, con dedos inexpertos, y bien aprovisionado de cajas de tiras de
“Tip-ex”, lo que antes había escrito a mano.
Menos
mal que al poco de comenzar, le surgió la duda de si el resultado iba a
cumplir, en cuanto a su extensión, los límites establecidos, y decidió
incorporar la numeración de las páginas una vez completado el trabajo, ya que así
tendría oportunidad de ampliar o reducir los capítulos sin afectar en exceso a
las páginas ya escritas.
Aquí
tuve mi oportunidad de ser un “escritor”
de una novela (o de parte de una…), pues mi vecino y amigo, ante la lentitud del
proceso me pidió colaboración para escribir a máquina. Con el ánimo de acabar cuanto antes,
pensamos en hacerlo cada uno por nuestro lado, pero la de casa (una bastante
antigua, a la que de vez en cuando le fallaba la “t”), tenía los tipos muy
diferentes a los de la suya, y decidimos turnarnos; uno leía y el otro
tecleaba, pero no resultó. Él tecleaba más rápido y mejor, por lo que me quedé en
simple lector….., y ayudante. Así seguro que no me iba a llegar la “fama”.....
Al
terminar se vió que “faltaba material”, por lo que hubo que rehacer algunas
páginas, mediante la primorosa maniobra de extender hábilmente algunos diálogos
(así había que escribir menos letras en cada línea), centrándose sobre todo en
los situados casi al final de los capítulos (con lo que se tendrían que repetir menos
páginas).
Una
vez conseguido un “volumen” aceptable, mi amigo y vecino, volvió con los folios
ya numerados, a su cuñado, que seguidamente le explicó el proceso que seguiría “su
incunable”. Primero se entregaba en la editorial, y allí, tras pasar el filtro
de una lectura previa y ser considerado un texto interesante y publicable, pasaba a
composición. El mismo autor era el encargado de “revisar” y corregir las
galeradas, según el código de notaciones establecido en el ambiente editorial,
al que tuvimos que acostumbrarnos. Había que dar al menos un par de “pasadas de
revisión”, antes de dejar un “producto” listo para la publicación.
Mi
joven amigo y vecino ya se pudo considerar “autor”, con “libro” publicado, cuando
recibió un sobre con la primera galerada, y juntos procedimos a su concienzuda corrección…..
El
título de la novela lo eligieron los de la editorial (no consigo recordarlo) y
al poco estaba ya en los kioscos, con una portada en la que sobre el fondo de un
paisaje desértico, en primer plano se presentaba una cara polvorienta, tocada
con un sombrero tejano, y allí aparecía, en letra cursiva el nombre del autor “Albert Tower”, mi querido compañero de
juegos, vecino y amigo.
Esta
novela ha sido el primer libro que publicó, y que con toda seguridad no ha sido
mencionada nunca en su “curriculum”. Y no por haber sido publicada bajo
seudónimo sino porque este tipo de escritos “alimenticios”, incluso los
realizados a los quince años, no está bien visto en los ambientes “cultos”.
Mi
amigo es hoy catedrático en una Facultad de Filosofía, tiene un nombre en
Wikipedia, en donde se le menciona como un autor prolífico, con más de un
centenar de artículos publicados en revistas especializadas, españolas y
extranjeras, y se citan allí los numerosos libros “serios” que tiene
publicados……
Acabo de recibir un email de mi querido vecino y amigo (que ha visitado el blog) para indicarme el título de su novela "NUEVO SHERIFF".
ResponderEliminarTambién me ha dicho que no conserva ningún ejemplar, y que no ha renunciado a su pasado de "novelista cutre", por lo que, si alguno la encuentra por algún sitio, ¡que la compre!.
Lo de escribir doy fe que motiva
ResponderEliminarPor una apuesta con mi hijo, fantástico en todo, pero que sólo leía libros y artículos técnicos, le quise demostar que "se puede escribir una novela sin ser escritor" (hablo del año 1994).- Y me puse a ello, ya que se me ocurrió un argumento que ahora no viene al caso.
Intenté publicarla al terminarla, todo contento por haberlo logrado y que algún amigo me diese ánimos.
Y me empezaron a llegar los consabidos "muy bien, pero no está en línea en este momento con las tendencias de la Editorial", hasta que una de segunda clase me preguntó directamente por pasta sin importarle de qué iba aquello.
Luego vinieron mis años duros en el trabajo y me olvidé de escribir novelillas, hasta ahora que me jubilé.
Como ya me pilla resabiado, no me altero; tengo una pendiente de respuesta, pero ya llegará, y si no, lo importante es que lo has hecho, no que se publique (excepto que vivas de ello, claro)
Así que ya me he acostumbrado y disfruto a pedacitos.-
Y es que la felicidad total no existe; en todo caso, la que hay se da en porciones pequeñas y encima hay que saber reconocerlas.
Jo, estoy filósofo...
Y a tí se te ve también el plumero, que te gusta darle a la pluma, quiero decir...
Caramba, caramba...., entre lo del plumero y lo de las chapas, no se que van a pensar de mi "identidad".
ResponderEliminarEn cuanto a lo de "la pluma para escribir", la vida profesional me ha permitido únicamente proyectos, actas de reuniones, informes de situación y cartas......, eso sí, procurando que se entendiera lo que quería decir, y no meter faltas de ortografía
Escribir es el más hechicero de los vicios venenosos. No sé de ningún otro que se le pueda comparar. Si te lo has inoculado, no lo dudes: disfrútalo.
ResponderEliminarAlfonso