El Ramiro tenía varias rutas para recoger a los
alumnos que vivíamos lejos. Era un servicio que se ofrecía con autobuses del
Parque Móvil. Yo lo estuve utilizando desde la preparatoria (entré con 5 años), hasta 3º de bachiller, creo recordar, es decir hasta que mis padres confiaron que podía ir, por mi cuenta y sin mucho riesgo, en metro.
Como bien recuerda Manolo en las Memorias de la promoción (Ver
Memorias…..), los había de dos tipos: Mercedes y en casos excepcionales los
Isobloc, generalmente debido a avería en los primeros. Los Mercedes eran
chatos, de color gris, con la luna delantera dividida, los asientos tapizados
en gris, y por lo general siempre iban conducidos por el mismo chófer. El
nuestro, (lástima no recordar su nombre), era uno bastante grueso y grandote. No puedo asegurar que sea cierto, pero en la imagen mental que de él conservo, lleva una gorra de plato.
Nosotros, que vivíamos en Pacífico, más allá de la
Basílica de Atocha, (si tenéis curiosidad por saber lo que hacíamos mientras esperábamos su llegada, pincha aquí), nos pasábamos bastante tiempo en el autobús (creo recordar
que utilizábamos el número 7) pues el recorrido llegaba hasta el Puente de
Vallecas. Como no siempre llevábamos profesor (o profesora) acompañante (ya que
también era recogido en el camino), los chiquillos, nos acercábamos para
incordiarle (al chofer) mientras conducía, y él sin enfadarse, y sin dejar de manejar el
volante repelía nuestros “ataques”, con apretones, con dos dedos de su gran
mano derecha, haciendo pinza a la altura de nuestra rodilla, que nos dejaban inutilizados. Siempre
ganaba él.
Recuerdo una vez que cerca del Puente de Vallecas, por
el que pasábamos en la “recogida” (pues a la vuelta, nos apeábamos antes),
tuvimos un altercado con un turismo. No creo que llegase a haber colisión entre
los dos vehículos (debió faltar poco), y lo que se inició con unos cuantos
gritos a través de la ventanilla, siguió en insultos, se detuvieron los
vehículos y se formó corro de espectadores. Nuestro conductor se bajó, se armó
una buena pelotera con el del otro coche, y algún “espontáneo” que se puso de
parte de éste, y se tras los primeros gritos y amenazas llegaron los empujones y los trompazos.
Toda la chiquillería del Ramiro, tomó partido rápidamente, y asomados por las ventanillas, y olvidando
anteriores apretones, animábamos a nuestro “amigo”, al que veíamos seguro
ganador, pues el contrincante nos parecía bastante enjuto. El caso es que, al
poco, llegó la policía y los contendientes acabaron en la comisaría, que estaba
unos metros más allá. Nosotros quedamos, entre tanto, expectantes en el autobús,
abandonados a nuestra “suerte” y sin saber lo que ocurriría.
No mucho tiempo después regresó nuestro (para
nosotros victorioso) chófer, pero ¡hay desilusión!, llevaba el pómulo hinchado
y con un moratón, que después nos dijo, había sido producido por un mordisco
del espontáneo…..
Aquello se pasó pronto, y en cuanto el pómulo volvió
a su color natural, ya seguíamos considerándolo el mas fuerte….
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