miércoles, 18 de julio de 2012

“La Codorniz” y los chistes que nunca se publicaron

"La Codorniz" era el semanario de humor gráfico de nuestra ya lejana juventud, que haciendo bueno su eslogan "La revista más audaz para el lector más inteligente", supo con ironía y mucha imaginación, soslayar las aparentemente infranqueables barreras del régimen imperante, para abordar mediante chistes e historietas, la crítica social y política, nada fácil en aquellos tiempos.
Portada del primer número de “La Codorniz” (1941) 



Recordar es volver a vivir, y mejor si es con sentido del humor”, y es que haciendo un poco de memoria, quién no recuerda estos chistes, asociados casi siempre a famosas portadas, que con el marchamo de haber aparecido en “La Codorniz”, llegaban a nuestros oídos, con la siempre sana intención de hacernos ver que con humor se es capaz de sortear todas las "censuras":  
  • El parte meteorológico con el fresco de Galicia. Un dibujo en el que el hombre del tiempo delante de un mapa de la península dice algo así como “Un fresco general procedente de Galicia se ha adueñado de toda España…” o en otra variante de lo mismo “Reina en España, procedente de Galicia, un fresco general que domina toda España”, que según la tradición oral le acarreó, posteriormente a su publicación una retirada de ejemplares de los quioscos y una fuerte sanción a los editores. 
  • La pareja de enamorados en la playa. Un dibujo de una pareja acaramelada situada bajo un acantilado, sobre el que otro individuo sostiene un pedrusco en actitud amenazadora. El pie del dibujo expresa ¿Se la tirará o no se la tirará?”, y esta ordinariez tuvo bastante difusión en aquellos tiempos de represión sexual. Otra variante de lo mismo, situaba la acción en un parque, donde la pareja está sentada en un banco, bajo un frondoso arbusto en el que había un pajarillo, y un chiquillo con una piedra en la mano mira al pájaro. El pie del chiste es el mismo. Y por si no había quedado suficientemente claro, algunos indicaban que en el arbusto había un cartel con el rótulo “Follaje”. Unos atribuyen este dibujo a Chumy Chumez y otros a Herreros. 
  • Lo del yernísimo. En este caso el dibujo tenía el formato de un anuncio comercial, con un scooter, y el texto “Moto verde, la preferida del Marqués de Villavespa”, que en los ambientes pueblerinos, requería la explicación de que el yerno del dictador importaba en exclusiva esas motos. La difusión oral fue de tal calibre, que se afirma que a raíz de su publicación dos inspectores de policía, acatando órdenes de sus superiores, se personaron en la redacción de la revista para que les entregasen un ejemplar de la misma…. 
  • El cambio de nombre de la revista. Una semana apareció con el nombre trastocado a “Codorniz La”, para celebrar el cambio del orden en los apellidos del primer hijo varón del Marqués anterior, cosa que se había efectuado para perpetuar los apellidos del dictador.  
  • El de la gallina empollando. Es otro dibujo muy difundido. Una gallina en el nido, y con el siguiente texto al pie “Levanten la polla y verán los huevos”. Otra ordinariez que en su divulgación intentaba mostrar la escasa calidad de los censores…..  
  • La portada del túnel. Fueron muchos los que aseguraban conservar un ejemplar de la revista en la que la portada consistía en una locomotora de vapor poco antes de entrar en un oscuro túnel. Todas las páginas del interior estaban impresas en negro y en la contraportada se veía al tren saliendo ya del túnel. Este número se publicó el día de los Inocentes. 
  • La torre de Pisa. Es un dibujo aparecido en la portada, en el que se ve la torre de Pisa, y una estupenda señora en bañador, sin ningún texto aclaratorio. No se comprendía hasta caer en la cuenta que la torre no tenía ninguna inclinación ¡estaba completamente erecta!…. Esta portada se relataba como un claro ejemplo de habérsela colado a la censura. 
  • El del huevo de Colón. Es otra portada muy conocida y divulgada. Un gran huevo de gallina ocupaba buena parte de la portada; llevaba un pie “El huevo de Colón”, y debajo, en letras de menor tamaño “La semana que viene les mostraremos el otro”. 
  • El de bombín es a bombón. Al parecer este dibujo apareció a raíz de una multa seguida de amenaza de cierre. En el dibujo se ven unos encopetados señores, que comentan entre sí “Bombín es a bombón, como cojín es a X, y nos importan tres X que nos cierren la edición”. Es seguramente la más famosa de todas.
  
 
Pues bien, a pesar de que muchos aseguraban guardar celosamente ejemplares con las antes mencionadas historias, al parecer, y eso dicen los entendidos, su publicación en “La Codorniz” no es más que un bulo. Es más el dibujo que acompaño fue publicado en 1991 en la revista La Golondriz (editada por antiguos colaboradores de La Codorniz), para demostrar que ese chiste hasta entonces nunca había sido publicado.

De todas maneras La Codorniz fue la única revista que con humor gráfico abordaba, en aquellos tiempos, la crítica social e incluso política (dentro de lo que era posible). Y efectivamente el sobrepasar los límites que imponía la censura le valieron a sus editores bastantes multas, apercibimientos y suspensiones.

Es una lástima que en sus muchos años de edición (desde 1941 a 1978, y un total de 1898 números publicados) con unos colaboradores de tanto talento literario y gráfico, como Miguel Mihura (su fundador), Tono, Herreros, Alvaro de La Iglesia (que fue su director durante mucho tiempo), Edgar Neville, Fernández Florez, Gómez de la Serna, Noel Clarasó, Mingote, Chumy Chúmez, Goñi, Máximo, Gila, Serafín, Perich, Ops, Evaristo Acevedo, Pablo, Mena, Tip y Coll, Dátile, Forges, Cándido, Summers y tantos otros, que dieron vida a secciones de la revista tan leídas como La cárcel y la comisaría de papel, los chistes de Kalikatres sapientísimo, El damero maldito, ¿Está Vd. seguro?, Tiemble después de haber reído, La crítica de la vida, El Papelín general, El Diario Semanal, etc., …… lo que “quede” no sea lo mucho y bueno que publicó, sino estas falsas portadas, nunca publicadas, (y que no obstante muchos “recuerdan”, “aseguran haber visto” y hasta “conservan”) pero que bien podían haberlo sido. O incluso existen quienes asocian la aceptación popular de "La Codorniz" (fue el semanario de más éxito del siglo XX) a "ser una coartada del régimen” para alardear éste de una libertad de expresión que entonces no existía…. Mejor hubiera sido que los censores del régimen hubieran tenido sentido del humor…

 
Por cierto, que en “la comisaría de papel”, esa sección de "La Codorniz" dedicada a burradas diversas, erratas y fallos aparecidos en otros medios de comunicación, publicaron que en un periódico deportivo apareció un lunes el siguiente titular:
 “OSASUNA GANO POR LA MININA

 Así gana cualquiera......

lunes, 2 de julio de 2012

La “herencia de los libros de texto”


Los hermanos que “veníamos detrás”, nos pasamos casi todos los cursos (podría haber puesto todos, pero queda mejor casi todos, por no generalizar, sin haberlo comprobado exhaustivamente) con los libros “sobados y subrayados”, como dice JGJ, y si no llegaban a estar "churritosos", sí que los heredábamos bastante "trabajados" y pintarrajeados, y eso ¡desde el primer día del curso!. Una verdadera discriminación, sobre todo cuando veías a los compañeros con “todo el material” nuevo e inmaculado…...

Y los heredábamos, además, con los nombres puestos (los del hermano mayor, ¡claro!) en esa primera hoja tras la tapa (¿cual es la denominación adecuada de esa 3ª?), y para más “inri” el nombre y apellido estaba escrito a tinta (o a bolígrafo, que para el momento en que hicimos los cursos “superiores” a existía ese elemento para escribir, estando generalizado su uso o no), y para que oficialmente pasaran a ser de nuestra propiedad, había que tachar tanto el nombre como la letra del curso para poner los nuestros (en mi caso había que pasar del “C” al “A”, ya que era difícil de hacer esa transformación sin que se notase mucho). ¡Si al menos solo hubieran escrito el apellido...! Pero no, el nombre completo....  y en aquella época no existía el “tipex”. Si se intentaba borrar, (con aquellas gomas de borrar “mixtas”, -no recuerdo la marca-, esto es las que llevaban por una parte una zona blanca, más blanda, para lápiz- y por la otra una zona más oscura, dura y más rugosa, que decían servía para borrar “lo escrito a tinta”), decía un poco más arriba, que si se intentaba borrar lo de tinta, comenzaba poniéndose todo oscurecido (casi emborronado), para después empezar a salir unas, a modo de, pelotillas canijas de papel (procedentes más de la labor de “lijado” que del borrado), hasta que, si seguías, aparecía el temido desgarrón en la página……

Luego nos encontrábamos con otra dificultad. La de la lógica evolución de temarios, que no necesariamente estaba asociada a un cambio de plan de estudios o de estructura de la asignatura. En muchos casos se mantenía el nombre del libro, pero…¡entre la edición actual y las precedentes (en mi caso 4 cursos, una enormidad), no es que ni la historia, ni el latín, ni siquiera a literatura, hubieran cambiado, pero el autor se había dignado a introducir algunas “mejoras”, supongo que bienintencionadas, corrigiendo erratas o reflejando aclaraciones para hacer más comprensible la materia para nuestras delicadas mentes infantiles y juveniles, pero que a mí, ahora, desde la perspectiva del tiempo pasado, (y el colmillo retorcido que me queda después de la lucha profesional que llevo en la chepa), me parece que tenían la sana intención de hacer caja (y obtener así unos ingresos adicionales con los que incrementar la tradicionalmente escasa remuneración del profesorado).

Por tanto, los que éramos “pertinaces” en utilizar “voluntariamente” y contra toda recomendación, los libros heredados (valga esto también, para aquellos que dándose un paseo hasta los aledaños de la Gran Vía -por entonces Avenida de José Antonio-, se acercaban a La Felipa a conseguir el mismo libro, en edición anterior, a un precio “módico”, pero con similares “añadidos a tinta”, eso sí, no realizados por tu hermano…..), nos encontrábamos en la necesidad de revisar concienzuda y periódicamente los libros “nuevos” de los compañeros, para detectar cambios, que, con rapidez pasábamos al margen de la correspondiente página del nuestro (en caso de cambios menores), o que copiábamos con mucho cuidado y detalle en hoja aparte, caso de tratarse de un “añadido” de mayor cuantía….. Las erratas, solían corregirse, al ser detectadas, con tachón y sobreescritura, con lo que el libro quedaba aún más cochambroso. Y algunas veces, nos llevábamos la sorpresa de que la errata ¡ya estaba corregida por nuestro hermano mayor!. Bondad de los profesores que, en lugar de callárselo para “pillar” posteriormente a los que no hubiesen atendido en clase (solo por este motivo, ese tema hubiera sido candidato a salir en un examen), lo comunicaban en voz alta, indicando claramente lo que se debía corregir... ¡Benditos ellos!

Lo que más nos despistaba a los agraciados con “la herencia de libros” era cuando el libro, normalmente al final de cada capítulo, contenía ejercicios, y el profe con la buena intención de que practicásemos la materia, nos decía, ya al finalizar la clase: “para mañana los ejercicios 1 al 10 de este tema”. Eso significaba trabajo extra pues había que “decomisar temporalmente” el libro del compañero más cercano, convencerlo para que no saliera corriendo, si es que se trataba de clase a última hora, y revisar con cuidado el enunciado de todos los ejercicios ¡y todas las cifras que podían incluir!, para en su caso realizar una copia rápida de los mismos.  ¡Que buen invento el de la fotocopia, aún a costa del copyright….! Más de una vez descubrí tarde, por precipitación, dejadez o exceso de confianza, el haber trabajado el día anterior en balde….. ¡los ejercicios que yo traía resueltos no se parecían ni por el forro, con los que había que realizar! Algunas otras veces el trabajo lo llevaba adelantado, pues el único cambio que el autor había introducido en ellos se limitaba a reordenar los ejercicios. En estos casos, el único trabajo perdido era el de haber realizado la “copia a mano”, pero su resolución ¡ya la tenía!. De todas maneras, supongo que en caso de ser una operación repetida en varios capítulos, pronto descubriríamos la “treta del autor”…

Pero no todo eran inconvenientes y dificultades…., la herencia también proporcionaba beneficios. A veces (generalmente pocas) contábamos con el apoyo inestimable de la mayor ciencia del hermano mayor, que nos trasmitía sus experiencias… “eso cae” ¡Artículo de fe, había que estudiárselo bien!, o nos aprovechábamos de su “haber pasado por eso”, cuando investigábamos con espíritu de grafólogo (o de boticario antiguo, que podían hasta descifrar las recetas “encriptadas” de los médicos) las notas tomadas por nuestro hermano “a vuela pluma” en cualquier esquina o margen, e intentábamos descubrir la necesidad e importancia de tal apunte….., y detectábamos esa conexión no suficientemente bien explicada en el libro, con la que se pasaba de una fórmula a otra…..

Sin embargo el mejor “éxito” de cualquier hermano menor que se preciase de tal, consistía en localizar el cuaderno de ejercicios del hermano mayor (en el que se recogían, para todo el curso, los ejercicios resueltos, los errores más frecuentes “ya corregidos”, y demás “tesoros” de precio incalculable). Operación ésta, la del “descubrimiento” (y recuperación del cuaderno) no siempre sencilla y exenta de riesgos, pues los padres (que, como refleja el dicho, han sido “cocineros antes que frailes”), al detectar una pausa prolongada u holganza a la hora de “hacer deberes”, revisaban, con intuición y profesionalidad de CSI, la mesa de trabajo del desprevenido hijo menor a la caza del susodicho cuaderno, con perjudiciales consecuencias para el interfecto.
En mi caso, como supongo hubo reincidencias, la solución adoptada en casa fue (injusta a todas luces, pero eficaz a la hora de que, con el propio esfuerzo y habilidad, lograra llegar a ser un hombre de provecho, cosa que no se si consiguieron completamente), la confiscación preventiva de todo material susceptible de ser aprovechado eficazmente por el siguiente hijo…, en este caso “Yo”. Con mi hermana no hubo necesidad, pues era niña, iba a otro colegio –el Ramiro seguía siendo solo de chicos-, y además al haber pasado otros 3 años, ya no había nada medianamente aprovechable…..

Otras veces, el hallazgo ¡importante! se refería a “algo” que normalmente se encontraba escondido entre las páginas menos manoseadas, (las últimas del libro, por lo general) y que podía tratarse de algún papel olvidado, con anotaciones personales comprometidas, (tales como el nombre repetido de alguna chica próximo al dibujo de corazones ensartados por las flechas de Cupido, u otras bobadas similares), con los que creíamos haber descubierto sus más íntimos secretos….. ¡Vana creencia, pues el contenido de aquel papel seguro hacía tiempo que había dejado de tener valor extorsionador…!. De todas maneras los hermanos mayores habrían desarrollado, tras algún intento fallido al respecto, una habilidad especial y revisarían minuciosamente los libros al terminar los cursos….

Paso ahora a contaros algo, que supongo algunos también recordaréis. Fue con motivo del cambio de orientación en la asignatura de F.E.N. (no tengo que aclarar que esas siglas respondían a Formación del Espíritu Nacional, ¿verdad?), cuando de áridos textos de “puro adoctrinamiento” del régimen imperante, cambiaron a libros en que el intento de aleccionamiento se realizaba en base a comentarios de textos. Pues bien, unos cuantos compañeros (todos con hermanos mayores) entre los que me encontraba, conseguimos “continuar con el plan antiguo”, es decir, seguir con los libros de nuestros hermanos mayores, y tragarnos los Principios del movimiento y la importancia de los sindicatos verticales…., me imagino que con gran contento de nuestros profesores de F.E.N., sobre todos los más “fachas”….

Acabo comentando, que había un elemento heredado, que se encontraba en el interior de un libro y que los que teníamos hermanos mayores, lo heredábamos, en sucesivas generaciones, (por mucha prole que hubiera en una familia) siempre impoluto, casi virgen de manchas, subrayados y otros aditamentos. Se trataba, como bien os habéis podido imaginar, del ya citado en alguna otra ocasión, “programa”, del que siempre recuerdo el de la asignatura de Religión, que acompañaba al libro de Monseñor Gabino, y que éste, al comienzo de cada curso, amable y pertinazmente, nos invitaba a comprar, indicando junto al título del libro, el esperado  “…. de Gabino López Morán, ¡con programa!”.

Vicente (nuestro Ramos, ¿quién si no?), a raíz de una consulta privada que le hice respecto al tema de la herencia, me indicó que no solo heredaba los libros, sino también la ropa, pero ese es otro tema. ¡Quede para mejor ocasión!